viernes, 8 de julio de 2011

La fabula de Aracne


Vivía en una pequeña ciudad de Lidia una doncella de humilde origen llamada Aracne. Sus padres eran tintoreros en púrpura y pobres. Con todo, en las ciudades lidias era muy apreciado el nombre de Aracne, debido a que la doncella superaba, en habilidad y ligereza, a todos los tejedores mortales; incluso las ninfas acudían a la humilde cabaña de la joven para admirar su trabajo. Arte y Pobreza, en ninguna parte se había visto más estrechamente unidas que allí. Aracne alardeaba ser más habilidosa que Atenea (Minerva) y negó en repetidas ocasiones que hubiera aprendido su arte de la Diosa.
Atenea escuchaba sus jactancias con disgusto, y adopto  la figura de una viejecita con la frente llena de canas y, empuñando un báculo con mano marchita, se le presento en la cabaña a Aracne e intento convencer a la doncella que pidiera perdón a la Diosa por sus palabras temerarias y la Diosa perdonaría sus ofensas gustosas. La engreída doncella no escucho los consejos de la anciana y volvió a ofender a la Diosa retándola a medirse con ella. La hija de Zeus, cesando en sus advertencias, acepto el reto.
Minerva tejió la escena de su victoria sobre Neptuno, que inspiró a los ciudadanos de Atenas a bautizar la ciudad en su honor. Según el relato latino de Ovidio, el tapiz de Aracne representaba veintidós episodios de infidelidades de los dioses, disfrazados de animales: Jùpiter siendo infiel con Leda, con Europa, con Dànae, etcétera.
Incluso Minerva admitió que la obra de Aracne era perfecta, pero se enfadó mucho por la irrespetuosa elección del motivo. Perdiendo finalmente los estribos, destruyó el tapiz y el telar de Aracne, golpeándolos con su lanzadera, y también a la joven en la cabeza. Aracne advirtió su insensatez y quedó embargada por la vergüenza. Huyó y se ahorcó. Colgaba ya del techo convulsamente cuando la Diosa, compadecida, la libro del nudo asfixiante, diciéndole:
¡Vive. Pero colgando, osada! ¡Y sea éste el castigo de tu descendencia, hasta la última generación!
Y diciendo estas palabras, echo al rostro de Aracne unas gotas de una hierba mágica y se fue. En un momento desaparecieron cabellos, nariz y orejas de la cabeza de la doncella, la cual se contrajo toda ella hasta quedar reducida a un animal diminuto y repugnante.
Transformada en araña sigue, todavía hoy. Practicando su antiguo arte hilando hilo tras hilo.

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